jueves, 25 de enero de 2007

Al son de las Cotizas veneran a San Pedro en Guatire


Caracas, 23 Jun 2005. ABN (Joaquín Pereira).- El amor de una madre por su hija, y de un viudo por su esposa muerta; la rebelión de los esclavos y la lucha política en la época colonial; pero sobre todo, la fe de un pueblo por San Pedro, son algunas de las historias que dieron origen a una original tradición venezolana, convertida en Patrimonio Cultural del Estado Miranda.


La Parranda de San Pedro es una festividad religiosa que se celebra en la población de Guatire, del estado Miranda, desde la época colonial. Su colorido y fervor comunitario han logrado que sea reconocida tanto nacional como internacionalmente.


El origen de la celebración se remonta a la época en que se sometía a la esclavitud a hombres y mujeres de origen africano, para que trabajaran en la producción de la caña de azúcar y sus derivados.


Cuenta la historia que la negra María Ignacia, una de las esclavas de más confianza de una hacienda de caña del Valle de Santa Cruz de Pacairigua, hoy Guatire, se le enfermó su hija Rosa Ignacia.


Luego de acudir ante brujos y curanderos con el fin de sanar a la niña, y viendo que ésta no se recuperaba, optó por pedir un milagro a San Pedro. La madre desesperada prometió rendir cada año un homenaje al santo en su día, es decir, el 29 de junio.


Como la niña sanó, María Ignacia comenzó a dar testimonio del milagro, bailando y cantando por las calles del pueblo, con su hija en brazos. La comunidad contagiada por la fe de la feliz madre, decidió acompañarla cada año en su promesa.


De esta forma se empezó a conformar una tradición que se refleja principalmente en la forma de vestir de los participantes de la parranda. Los esclavos empezaron a vestirse con las ropas que los patronos desechaban, es decir, levitas y pantalones negros, a lo que añadían un sombrero del tipo “pumpá”, alpargatas de cuero, y un pañuelo de color amarillo y rojo que identificaban los dos partidos políticos del momento: Liberales y conservadores.


La comunidad de esclavos congregada alrededor de la figura de Maria Ignacia recorría las calles al ritmo del cuatro y las maracas, improvisando estrofas de protesta por el maltrato recibido por sus patronos.


Para dar más sonoridad a su manifestación decidieron añadir a las alpargatas un pedazo de cuero grande, llamados cotizas, significado con el ruido producido un repudio hacia la esclavitud en que vivían, y el deseo de pisotear a sus patronos.


Cuando María Ignacia muere, su fiel marido se viste de mujer y la sustituye para continuar con la promesa ofrecida a San Pedro. Posteriormente, durante la Guerra Federal, se incorporó a la tradición la presencia de dos niños vestidos con los colores amarillo y rojo entrecruzados con una banderita entre sus manos, a quienes llamaron tucusitos, representando con la ingenuidad de la niñez, la unión de los dos partidos políticos en la parranda.


Para rememorar a la esclava que originó la tradición, uno de los hombres de la parranda se viste de mujer, con una falda muy larga de colores, un bulto en el abdomen simulando un embarazo, y una muñeca de trapo representando a Rosa Ignacia, la niña sanada por San Pedro.


En la actualidad los llamados parranderos, siguen vistiendo como los esclavos de la época colonial, pintándose la cara de negro. Si usan en sus pies un gran pedazo de cuero de ganado, se les llama además coticeros.


Además de continuar la tradición de los tucusitos, o niños vestidos de amarillo y rojo; se destacan dos figuras entre los participantes de la parranda: Uno es el abanderado, quien se encarga de indicar la ruta a seguir por la parranda; y otro el cargador del Santo, que es el responsable de cargar la imagen del San Pedro.


La información para elaborar esta reseña de la parranda de San Pedro, fue suministrada por Miguel Alciro Berroterán, coordinador general del Centro de Educación Artistica (CEA) Andrés Eloy Blanco. La página web de esta institución, www.cea.org.ve, muestra la programación de la festividad y la ruta a seguir por los parranderos.

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